viernes, 8 de enero de 2016

Cómo funciona el suelo radiante

El suelo radiante es un sistema de calefacción muy usado hoy en día y sustituye a los clásicos radiadores. Además proporciona un ambiente mucho más agradable y el máximo confort frente a otros sistemas tradicionales. Muchas empresas como Safeclima están instalando en los hogares de la gente el mejor sistema de calefacción y refrescamiento. Esta tendencia está en alza últimamente, ya que además es capaz de reducir el gasto medio energético en las facturas del hogar. 

El funcionamiento de este tipo de calefacción es muy sencillo, a la par que ingenioso. Primeramente hay que calentar el agua en una caldera, lo que se trata de conseguir es que ese agua se evapore y se capture. Este vapor de agua será el que caliente el ambiente. Una vez se haya capturado esta agua, lo que se hará es transportar el vapor por una serie de tuberías de plástico situadas por dentro del suelo. Cuando está circulando por dentro poco a poco la irá calentando, y el suelo caliente a su vez calentará el aire que haya dentro de la habitación. 

En algunos casos las tuberías no solo están instaladas por debajo del suelo, sino que además se instalan por dentro de las paredes verticales e incluso por dentro del propio suelo. El principal objetivo de esto es conseguir una temperatura lo más uniforme posible, y es que si solo se instalan en el suelo, conforme vaya subiendo el aire caliente que se desprende, el suelo se irá enfriando y no quedará un entorno igualado. 

También hay otro tipo de suelo, aunque cada vez se utiliza menos. Este tipo no calienta el agua sino una serie de resistencias eléctricas. Su ventaja es que son más compactas, pero también son más caras de instalar y de mantener que el sistema por agua, aunque su funcionamiento es igual, a través de una corriente eléctrica que calienta estas resistencias y estas una vez el suelo, para calentar el aire. 

Hay que destacar que el suelo radiante suele estar limitado en cuanto a temperatura, ya que puede llegar a alcanzar los 50 grados centígrados. Para mantener la salud de los habitantes de las casas se limita a unos 30 grados centígrados para conseguir que las personas que han contratado este suelo no sufran de problemas de riego sanguíneo en los pies como ya les pasaba a los romanos o a los antiguos castellanos cuando utilizaban el hipocausto o la gloria.

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